Dislexia

La dislexia consiste en una dificultad concreta en la lectura y la escritura, manteniendo un perfil intelectual dentro de la normalidad y un lenguaje desarrollado sin incidencias importantes. La lectura y la escritura son las herramientas básicas del aprendizaje escolar. Por ello cuando un niño tiene dislexia tiene que enfrentarse a un rendimiento deficitario en comparación con sus compañeros.

Esto ocurre cada día en la mayoría de clases, durante todos los días del curso, y a lo largo de todos los cursos que dura su escolaridad. Para un niño o una niña esto es una eternidad, en la que se siente frustrado/a, inferior a los demás, con sensación de injusticia, y avergonzado/a. Aunque la escuela realice algún plan de apoyo a estos alumnos, para una persona con dislexia es difícil mantener la motivación por los estudios, entre otros motivos porque al necesitar realizar mucho más esfuerzo que los demás, se cansa mucho antes. Es habitual encontrar niños con dislexia que meses antes de acabar el curso ya están agotados.

Cuando se detecta una dislexia en una persona y es informada del diagnóstico, puede tener una primera reacción de alivio al entender que no es tonta y que lo que le ocurre tiene nombre, es algo frecuente (no le ocurre solo a ella) y tendrá apoyo para manejarlo. Posteriormente se deriva al niño o niña a una reeducación de la lectura y la escritura en la que se trabajan los aspectos técnicos del aprendizaje de la lectura y escritura para disléxicos. Habitualmente las personas con dislexia evolucionan muy lentamente en las reeducaciones, realizan avances y retrocesos porque ésta es una característica propia de la dislexia, pero con el tiempo (varios años) van asimilando recursos que le van dando cierta seguridad. Sin embargo se suele dejar de lado el factor emocional